Se puede sentir
angustia frente a determinadas personas, como por ejemplo, funcionarios con autoridad, profesionales o
empleados a cargo, o en situaciones grupales, con el sexo opuesto o con gente
de distinta generación, etc.
Los miedos sociales
más comunes suelen ser:
Miedo al compromiso con una pareja, que no siempre significa no querer asumir
responsabilidades, sino temor a quedar
atrapado, como una forma de claustrofobia, pero social.
Miedo a los propios
impulsos o sea miedo a
expresar las emociones, temor a la propia ira o a hacer o recibir una crítica,
lo que provoca que se inhiba la intención o la acción.
Miedo a ser
observado y hacer el ridículo: generalmente
basado en el propio juicio, lo que impide la creatividad y la espontaneidad y
para evitar ese riesgo y pasar desapercibido, optar por comportarse en forma
convencional.
Miedo al rechazo, Cuando cualquier gesto leve de displacer en los otros
es interpretado como un potencial rechazo personal lo que lleva a los sujetos a
retraerse o retirarse.
Miedo a que los
demás descubran que son un fraude : Lo sufren quienes temen que si se muestran como son lo considerarán como
ellos sospechan secretamente que son, algo tontos, poco inteligentes, malas
personas, etc., aunque en realidad no sea así.
Este miedo hace que se evite la intimidad y se repriman los sentimientos
y demostraciones de afecto.
Miedo a cometer
errores y ser sorprendido.
Este temor se relaciona con la poca confianza en sí mismo, con la propia
inseguridad y con el miedo a la crítica, con la falta de competencia y la muy probable falsa impresión
de no estar a la altura de los requerimientos.
Miedo a “caerle mal
a los demás”: este temor se manifiesta
dándole demasiada importancia a lo que piensan los otros y esforzándose por
agradar, sacrificando muchas veces las propia dignidad, sin tener en cuenta que
no siempre la impresión que damos depende exclusivamente de nosotros sino
también de cómo piensan y viven las experiencias los demás.
El miedo social
generalmente se basa en creencias erróneas, como por ejemplo, “si los demás me
rechazan es porque estoy actuando en forma incorrecta”; o “si sufro rechazo es porque no sirvo para
nada o porque hice algo mal” “si me rechazan es porque no valgo nada”.
Pero las cosas que
pasan no siempre dependen de uno; porque en las relaciones interpersonales siempre
intervienen otras variables ajenas, que pueden modificar drásticamente las
reacciones de los demás, sea cual sea nuestro desempeño.
Malena Lede -
Psicóloga
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