No hay nada más inútil y sin valor que la crítica que
una persona le hace a un profesional, cuando no está a su nivel y carece de
conocimientos y autoridad en esa materia.
Su atrevimiento demuestra la falta de respeto por la
opinión autorizada y debidamente fundamentada de quien ha estudiado a fondo una
disciplina, como para llegar a obtener un título universitario, el cual avala sus
palabras y sus obras; y que además cuenta con más de treinta años de
trayectoria profesional.
En este caso se trata de alguien que desconoce
totalmente la teoría sistémica y cualquier otra, que puedan explicar desde cada
uno de sus marcos de referencia los fenómenos de los grupos sociales y de las
relaciones familiares, luego de laboriosos años de investigación y
experimentación.
Sin ningún reparo, frente a un caso de violencia
familiar se atreve a formular juicios, determinando con su propio criterio profano
quien es el culpable y descalificando groseramente al profesional idóneo.
Sin embargo, hasta la persona menos experta sabe, si
es que medianamente se ha molestado en leer algunos de mis artículos de
psicología; que los problemas familiares son esencialmente dificultades de
relación y lo que está enfermo es el vínculo, un vínculo patológico que
comienza en la infancia y que también incluye a las generaciones anteriores.
Determinar quién es el culpable de una relación enferma
no es tarea del psicólogo sino de un juez si se comete un delito; pero un
psicólogo si puede afirmar, que cuando existen graves problemas de
relación en el ámbito familiar, todos los integrantes, en alguna medida son responsables.
Lo mismo ocurre con la relación de pareja, porque se
trata de dos personas que se relacionan entre sí condicionadas ambas por sus
respectivas historias familiares, sus necesidades, sus valores, su educación,
sus objetivos y sus modos de pensar particulares; que podrán establecer un vínculo duradero,
solamente, si consiguen trascender esos condicionamientos y logran adaptarse
armoniosamente a su nueva condición, por
amor.
Amor, esta palabra tan chiquita que expresa el
sentimiento más grande que existe y que sólo pueden sentir quienes son capaces
de pensar también en el otro.
Malena Lede - Psicóloga
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